Ramon Masats
El País. entrevista per Manuel Morales.
15 de novembre de 2015
Ramón Masats: “He sido un robador de imágenes”
Ramón Masats nació
en 1931 en Caldes de Montbui (Barcelona).
Ha sido distinguido
entre otros premios con el Bartolomé Ros a la mejor trayectoria, que
concede PHotoEspaña (2001); y el Premio Nacional de Fotografía
(2004).
Su obra está en
las colecciones del Museo Reina Sofía, la Real Academia de San
Fernando y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Entre sus libros
destaca Neutral corner (1962), Los Sanfermines (1963),
Viejas historias de Castilla La Vieja (1964), España
diversa (1983), Toro (1998) y Cuenca en la mirada
(2005).
Se abre la puerta y
un hombre alto, corpulento, con pelo blanco alborotado, bigotón y
camisa vaquera abierta que deja ver una camiseta negra invita a
entrar: "¡Adelante!". Ramón
Masats, nacido en 1931 en
Caldes de Montbui (Barcelona), es la memoria de una generación
extraordinaria de fotógrafos españoles que, desde Barcelona y
Madrid, en los años cincuenta, situaron a la fotografía española
en la modernidad. Premio
Nacional de Fotografía en 2004, hoy
retirado —tampoco cocina, con lo bien que se le daba, cuentan—,
no hay en las paredes de su casa en Madrid ni una foto de su medio
siglo de trayectoria, "no por humildad", asegura, sino
porque la fotografía es para "imprimirla y tocarla". Lo
que cuelgan son los óleos que le regalaron miembros del Grupo El
Paso, a los que retrató. El poeta José Manuel Caballero Bonald dijo
de su obra que posee "el distintivo de un maestro" y
Antonio Muñoz Molina escribió que Masats "hace ver de otra
manera los lugares vacíos en los que parece que no pasa nada".
Pregunta.
Fue un niño de la Guerra Civil. ¿Qué recuerda de aquello?
Respuesta.
Mi familia tenía una tienda de bacalao, y hambre no pasábamos, pero
veíamos cómo vivía la gente. En los bombardeos, los vecinos venían
a refugiarse al sótano de la tienda. Ahí sí me asustaba mucho.
P.
La fotografía lo apartó de aquel puesto de bacalao.
R.
Para gran disgusto de mi padre. Cuando me vine a Madrid [en 1957] me
dijo ‘ya volverás’… , pero no volví.
P.
Solo cuando murió su padre contó cómo compró su primera cámara.
R.
En Lérida, mientras hice la mili, le sisaba dinero a mi padre. Yo
compraba la revista Arte
fotográfico y al final
del servicio militar me sobraba dinero y me dije ‘¿en qué lo
gasto?’, y pensé que la fotografía podía ser divertida. Pero en
casa tuve que decir que la cámara me había tocado en una tómbola.
P.
Y comenzó a hacer fotos.
R.
Empecé con las tonterías de las fotos familiares, del perro… en
Terrassa había un grupo de fotografía en el casino. Fui allí y me
enseñaron mucho. Después me metí en la Agrupación Fotográfica de
Cataluña, donde conocí a Ricard Terré, Oriol Maspons, Xavier
Miserachs… éramos los malos de la agrupación porque huíamos del
salonismo,
de las fotos relamidas. Era una relación de amistad, hablábamos de
mujeres, de fotografía y nos enseñábamos las cosas que hacíamos.
Yo tenía dudas si lo mío era la fotografía estática o el
reportaje. Para probar, me fui a los Sanfermines.
Les enseñe ese trabajo y me dijeron: ‘Por aquí no vas nada mal’.
Oriol me comentó que para Gaceta
Ilustrada en Barcelona
ya trabajaban ellos, pero habló con el director de la revista en
Madrid y me vine en 1957.
P.
De aquel y otros dos viajes a Pamplona nació el libro Los
Sanfermines
(1963),
un hito de la fotografía española.
R.
Me acogió muy bien una peña, tanto que me emborrachaba con ellos
cuando acababa de hacer mis fotos del día.
P.
Más de 30 años después volvió a ese tema con Toro,
libro con textos de Joaquín Vidal, crítico taurino de EL PAÍS.
Siempre me han
gustado los tópicos, pero para sacarles punta
R.
Un tío cojonudo… Cuando me propusieron hacer un libro sobre el
toro, pedí que fuera él. Yo he sido aficionado a los toros, aunque
para mí se acabaron con Curro y Rafael de Paula. Joaquín me
asesoró, él quería que las fotos
reflejasen al toro de verdad. Hubo
fotos muy buenas que desechamos porque no representaban lo auténtico.
P.
Usted formó en Madrid junto a otros fotógrafos el grupo La
Palangana. ¿Qué era aquello?
R.
Sí, con Gabriel Cualladó, Francisco Ontañón, Paco Gómez,
Leonardo Cantero… y un pintor, Joaquín Rubio Camín. Quedábamos
en los bares y hablábamos de cine, fotografía… El nombre lo puse
yo porque me pareció muy absurdo. Salíamos los domingos a hacer
fotos. Nos reuníamos en un bar, desayunábamos y luego iba cada uno
por su sitio y volvíamos al aperitivo. Fue una gran etapa de la
fotografía española.
P.
¿Qué era lo más difícil de fotografiar?
R.
No encontré nada complicado. Hacía de todo, reproducir cuadros,
niños que iban a la iglesia con sus madres… A mis amigos les
decía, si tenéis un bautizo o una comunión o una boda, pedídmelo
porque me gustaría hacer las fotos. Pensaba que mientras lo hacía
podría surgir una foto válida… hoy no podría porque la gente ni
se casa, casi ni tiene niños [risas].
P.
Hay quien ha comparado su mirada con el cine neorrealista.
R.
Me gustaba mucho el cine y quizás ese neorrealismo se refleja en mi
fotografía. Pero no he hecho sangre de la miseria. Íbamos al
barrio del Somorrostro, en la Barceloneta, y miseria, la que quieras,
pero no incidía porque era lo fácil. Me gustaba hacer cosas
laterales. Yo he sido muy intuitivo y siempre me han gustado los
tópicos, los toros, las procesiones… era feliz entre la marabunta,
pero lo difícil es de un tópico hacer algo distinto, sacarle punta.
P.
La actitud del fotografiado era distinta de la de hoy.
R.
Con razón. Tienen derecho a saber qué se va a hacer con su imagen,
pero entonces eso no lo pensaba nadie. Yo era amable, pero ahora la
gente está resabiada. Una vez vinieron unos editores de Estados
Unidos que querían hacer algo sobre España y me contrataron. Me
sorprendió que me dijeran ‘haz la foto a aquella mujer, pero antes
hay que pedirle un permiso firmado’. Yo les decía, dejadme hacer
la foto y luego le pido el permiso, porque si no, se pierde la
espontaneidad. Siempre he sido muy discreto trabajando, procuraba no
llamar la atención y pocas veces entablaba confianza con la gente.
Era más bien un robador de imágenes.
P.
¿Cómo fue lo de Magnum?
R.
Fui a París y les enseñé fotos. Me dijeron: ‘Está muy bien,
pero necesitamos un reportaje’. Volví a Terrassa y le pedí a mi
padre que me subvencionara, y me dijo que ni hablar. Ahí quedó
todo.
P.
En 1960 hizo su foto más célebre, de la que acabó harto, la del
cura
con sotana que se estira a lo Casillas para
intentar detener un chut.
ampliar
foR.
Todo el mundo me pide la foto del cura… Fue un reportaje que me
encargaron del seminario de Madrid. Estaban esos curas con sotana
jugando al fútbol y salió…
P.
A comienzos de los sesenta le encargaron las imágenes para dos
libros con textos de Miguel Delibes e Ignacio Aldecoa.
R.
Delibes tenía el texto de Viejas
historias de Castilla la Vieja
y yo
reflejé ese mundo. Fui a
Valladolid y con un 600
recorrimos Tierra de Campos y me presentó a gente. Con Ignacio el
proceso fue al revés para Neutral
corner,
sobre boxeo. Me dijo: ‘Yo
hago los textos después de ver tus fotos’. Yo era aficionado y él
me enseñó gimnasios y el ambiente. La relación con los dos fue muy
buena, pero no me gustaba ir más allá para no meterme en su
trabajo.
P.
¿Por qué dejó en 1965 la fotografía y se pasó al cine y la
televisión?
R.
Fui siempre director, no cámara. Hice cosas como el documental El
que enseña, sobre un
profesor. Una película, Topical
Spanish (1970), una coña
sobre grupos musicales. Y había en Televisión Española un programa
de música y sin texto para el que me propusieron hacer algo. Hice la
isla de Lanzarote con música de Luis de Pablo, pero cuando lo vio
Adolfo Suárez [entonces director general de Radiotelevisión
Española] llamó al director de TVE y le dijo: ‘Como vuelvas a
hacer una mariconada así, te echo’… y tenía razón [risas].
P.
Cuando volvió a la fotografía a comienzos de los ochenta ya fue en
color.
R.
Me llegó una proposición de la editorial Lunwerg para hacer libros
sobre España. La verdad es que no noté diferencia con el blanco y
negro, quizás mis fotos fueron más entonces por la huella del
hombre en el paisaje y menos por la parte humana. Me recorrí España
en 40 días, una paliza, aunque siempre he sido un gran vago. Mi
mentalidad ha sido: me dan un trabajo y con ese dinero puedo estar
tres meses sin hacer nada. Trabajaba como una mula para poder ser
luego un vago.
P.
No le ha interesado montar exposiciones, aunque hay obra suya en el
Reina Sofía, la Academia de Bellas Artes…
La fotografía no
tiene por qué exponerse, sino verse en libros
R.
Es verdad. Solo cuando me las ofrecían. Para mí, la fotografía no
tiene por qué exponerse, sino verse en libros. Los que hacen las
cosas para que se vean en los museos no son fotógrafos que me
gusten. Mira, el problema de la fotografía es que se pueden sacar
copias y eso hace que se devalúe. En el arte, lo que se valora es la
exclusividad y eso no está en la fotografía. Claro que me gusta que
se exponga mi obra, pero yo no soy un artista, soy un artesano.
P.
En 1999 llegó su gran retrospectiva, en el Círculo de Bellas Artes,
en Madrid. A partir de ahí empieza a dejar la fotografía.
R.
Se me pasaron las ganas, tengo las cámaras, pero las voy a vender.
Antes iba por la calle mirando qué foto podía hacer, ahora, por mi
edad, voy mirando al suelo para no darme una hostia [risas]. Ya no
tengo la fotografía en mi cabeza, es como cuando pierdes la fe.
P.
¿Qué fotógrafo español le gusta más?
P.
¿Y qué le parece la fotografía actual?
R.
Lo veo un mundo confuso, hay mucha paja. No, estoy para nada en
contra de lo digital, pero una cámara es un aparato que tú dominas.
En mi época, era más fácil destacar, había menos fotógrafos y si
valías, salías adelante. Hoy, cuando doy una conferencia y me piden
un consejo a los jóvenes fotógrafos les digo que lo dejen y se
hagan aviadores... u otra cosa".
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