viernes, 11 de diciembre de 2015

Grete Stern



Diari ABC
 
Divendres 11 de desembre de 2015

 

El IVAM documenta por primera vez la obra completa de Grete Stern

El museo valenciano por primera vez en España los 140 fotomontajes feministas que la artista alemana realizó en Argentina


Imagen de la exposición del IVAM

 
La exposición 'Caso de estudio. Grete Stern' del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) documenta por primera vez en España los 140 fotomontajes feministas que la artista alemana realizó en Argentina para la revista 'Idilio' a finales de los años 40 y principios de los 50.
A través de una pantalla táctil, los visitantes podrán acceder a estas imágenes que se publicaron en la sección 'El psicoanálisis le ayudará' de la revista 'Idilio', donde las lectoras relataban sus sueños y un psicoanalista los comentaba.
La exposición hace un recorrido por la obra de Stern desde sus comienzos en Alemania hasta sus trabajos de antropología en Sudamérica.



La artista alemana comenzó sus trabajos en 1929 en el estudio publicitario que fundó en Berlín junto a Ellen Auerbach, y donde Stern se formó como fotógrafa.
Ambas "desmantelaron el concepto de feminidad y de los roles de género tradicionales a través de sus anuncios publicitarios y fotografías", según ha explicado la comisaria de la exposición, María Jesús Folch.
Con el ascenso de Hitler al poder, se trasladó a Argentina, donde colaboró en las revistas 'Nueva Arquitectura' e 'Idilio' desde 1947, llegó a ser conservadora de fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires desde 1956 y estudió a los aborígenes del Gran Chaco argentino entre 1957 y 1964.


Imagen de la exposición del IVAM


La exposición reúne de forma presencial 61 obras de Grete Stern, que incluyen 10 fotografías, dos proyecciones, libros, un documental, una película de Ellen Auerbach, amplia documentación y los 46 fotomontajes de la serie 'Sueños' que el IVAM conserva en su colección.
La mayoría de las piezas de esta serie fueron donadas por la hija de la artista alemana, Silvia Coppola, después de que el museo programara en 1996 la exposición 'Sueños', la primera que mostró la obra de Stern en España.
"Grete Stern es uno de los ejemplos más claros de modernidad y compromiso" por su calidad fotográfica "encomiable" y su planteamiento "sobre aspectos fundamentales de su época, como la representación de la mujer", ha dicho el director del IVAM, José Miguel García Cortés.
"Para el IVAM era fundamental incidir en la significación e importancia artística y cultural que tiene la obra de esta creadora, y entendemos que es básico que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de descubrir a Grete Stern y profundizar en su obra", ha continuado Cortés.


martes, 8 de diciembre de 2015

Ramon Masats

                                                     




Ramon Masats


El País. entrevista per Manuel Morales.


15 de novembre de 2015


 


 

 


 


 

 

 
 

 




 

 










 Ramón Masats: “He sido un robador de imágenes”


 

Ramón Masats nació en 1931 en Caldes de Montbui (Barcelona).

Ha sido distinguido entre otros premios con el Bartolomé Ros a la mejor trayectoria, que concede PHotoEspaña (2001); y el Premio Nacional de Fotografía (2004).

Su obra está en las colecciones del Museo Reina Sofía, la Real Academia de San Fernando y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

Entre sus libros destaca Neutral corner (1962), Los Sanfermines (1963), Viejas historias de Castilla La Vieja (1964), España diversa (1983), Toro (1998) y Cuenca en la mirada (2005).

 

Se abre la puerta y un hombre alto, corpulento, con pelo blanco alborotado, bigotón y camisa vaquera abierta que deja ver una camiseta negra invita a entrar: "¡Adelante!". Ramón Masats, nacido en 1931 en Caldes de Montbui (Barcelona), es la memoria de una generación extraordinaria de fotógrafos españoles que, desde Barcelona y Madrid, en los años cincuenta, situaron a la fotografía española en la modernidad. Premio Nacional de Fotografía en 2004, hoy retirado —tampoco cocina, con lo bien que se le daba, cuentan—, no hay en las paredes de su casa en Madrid ni una foto de su medio siglo de trayectoria, "no por humildad", asegura, sino porque la fotografía es para "imprimirla y tocarla". Lo que cuelgan son los óleos que le regalaron miembros del Grupo El Paso, a los que retrató. El poeta José Manuel Caballero Bonald dijo de su obra que posee "el distintivo de un maestro" y Antonio Muñoz Molina escribió que Masats "hace ver de otra manera los lugares vacíos en los que parece que no pasa nada".

Pregunta. Fue un niño de la Guerra Civil. ¿Qué recuerda de aquello?

Respuesta. Mi familia tenía una tienda de bacalao, y hambre no pasábamos, pero veíamos cómo vivía la gente. En los bombardeos, los vecinos venían a refugiarse al sótano de la tienda. Ahí sí me asustaba mucho.

 P. La fotografía lo apartó de aquel puesto de bacalao.

R. Para gran disgusto de mi padre. Cuando me vine a Madrid [en 1957] me dijo ‘ya volverás’… , pero no volví.

P. Solo cuando murió su padre contó cómo compró su primera cámara.

R. En Lérida, mientras hice la mili, le sisaba dinero a mi padre. Yo compraba la revista Arte fotográfico y al final del servicio militar me sobraba dinero y me dije ‘¿en qué lo gasto?’, y pensé que la fotografía podía ser divertida. Pero en casa tuve que decir que la cámara me había tocado en una tómbola.

P. Y comenzó a hacer fotos.

R. Empecé con las tonterías de las fotos familiares, del perro… en Terrassa había un grupo de fotografía en el casino. Fui allí y me enseñaron mucho. Después me metí en la Agrupación Fotográfica de Cataluña, donde conocí a Ricard Terré, Oriol Maspons, Xavier Miserachs… éramos los malos de la agrupación porque huíamos del salonismo, de las fotos relamidas. Era una relación de amistad, hablábamos de mujeres, de fotografía y nos enseñábamos las cosas que hacíamos. Yo tenía dudas si lo mío era la fotografía estática o el reportaje. Para probar, me fui a los Sanfermines. Les enseñe ese trabajo y me dijeron: ‘Por aquí no vas nada mal’. Oriol me comentó que para Gaceta Ilustrada en Barcelona ya trabajaban ellos, pero habló con el director de la revista en Madrid y me vine en 1957.

P. De aquel y otros dos viajes a Pamplona nació el libro Los Sanfermines (1963), un hito de la fotografía española.

R. Me acogió muy bien una peña, tanto que me emborrachaba con ellos cuando acababa de hacer mis fotos del día.

P. Más de 30 años después volvió a ese tema con Toro, libro con textos de Joaquín Vidal, crítico taurino de EL PAÍS.

Siempre me han gustado los tópicos, pero para sacarles punta

R. Un tío cojonudo… Cuando me propusieron hacer un libro sobre el toro, pedí que fuera él. Yo he sido aficionado a los toros, aunque para mí se acabaron con Curro y Rafael de Paula. Joaquín me asesoró, él quería que las fotos reflejasen al toro de verdad. Hubo fotos muy buenas que desechamos porque no representaban lo auténtico.

P. Usted formó en Madrid junto a otros fotógrafos el grupo La Palangana. ¿Qué era aquello?

R. Sí, con Gabriel Cualladó, Francisco Ontañón, Paco Gómez, Leonardo Cantero… y un pintor, Joaquín Rubio Camín. Quedábamos en los bares y hablábamos de cine, fotografía… El nombre lo puse yo porque me pareció muy absurdo. Salíamos los domingos a hacer fotos. Nos reuníamos en un bar, desayunábamos y luego iba cada uno por su sitio y volvíamos al aperitivo. Fue una gran etapa de la fotografía española.

P. ¿Qué era lo más difícil de fotografiar?

R. No encontré nada complicado. Hacía de todo, reproducir cuadros, niños que iban a la iglesia con sus madres… A mis amigos les decía, si tenéis un bautizo o una comunión o una boda, pedídmelo porque me gustaría hacer las fotos. Pensaba que mientras lo hacía podría surgir una foto válida… hoy no podría porque la gente ni se casa, casi ni tiene niños [risas].

P. Hay quien ha comparado su mirada con el cine neorrealista.

R. Me gustaba mucho el cine y quizás ese neorrealismo se refleja en mi fotografía. Pero no he hecho  sangre de la miseria. Íbamos al barrio del Somorrostro, en la Barceloneta, y miseria, la que quieras, pero no incidía porque era lo fácil. Me gustaba hacer cosas laterales. Yo he sido muy intuitivo y siempre me han gustado los tópicos, los toros, las procesiones… era feliz entre la marabunta, pero lo difícil es de un tópico hacer algo distinto, sacarle punta.

P. La actitud del fotografiado era distinta de la de hoy.

R. Con razón. Tienen derecho a saber qué se va a hacer con su imagen, pero entonces eso no lo pensaba nadie. Yo era amable, pero ahora la gente está resabiada. Una vez vinieron unos editores de Estados Unidos que querían hacer algo sobre España y me contrataron. Me sorprendió que me dijeran ‘haz la foto a aquella mujer, pero antes hay que pedirle un permiso firmado’. Yo les decía, dejadme hacer la foto y luego le pido el permiso, porque si no, se pierde la espontaneidad. Siempre he sido muy discreto trabajando, procuraba no llamar la atención y pocas veces entablaba confianza con la gente. Era más bien un robador de imágenes.

P. ¿Cómo fue lo de Magnum?

R. Fui a París y les enseñé fotos. Me dijeron: ‘Está muy bien, pero necesitamos un reportaje’. Volví a Terrassa y le pedí a mi padre que me subvencionara, y me dijo que ni hablar. Ahí quedó todo.

P. En 1960 hizo su foto más célebre, de la que acabó harto, la del cura con sotana que se estira a lo Casillas para intentar detener un chut.

ampliar foR. Todo el mundo me pide la foto del cura… Fue un reportaje que me encargaron del seminario de Madrid. Estaban esos curas con sotana jugando al fútbol y salió…

P. A comienzos de los sesenta le encargaron las imágenes para dos libros con textos de Miguel Delibes e Ignacio Aldecoa.

R. Delibes tenía el texto de Viejas historias de Castilla la Vieja y yo reflejé ese mundo. Fui a Valladolid y con un 600 recorrimos Tierra de Campos y me presentó a gente. Con Ignacio el proceso fue al revés para Neutral corner, sobre boxeo. Me dijo: ‘Yo hago los textos después de ver tus fotos’. Yo era aficionado y él me enseñó gimnasios y el ambiente. La relación con los dos fue muy buena, pero no me gustaba ir más allá para no meterme en su trabajo.

P. ¿Por qué dejó en 1965 la fotografía y se pasó al cine y la televisión?

R. Fui siempre director, no cámara. Hice cosas como el documental El que enseña, sobre un profesor. Una película, Topical Spanish (1970), una coña sobre grupos musicales. Y había en Televisión Española un programa de música y sin texto para el que me propusieron hacer algo. Hice la isla de Lanzarote con música de Luis de Pablo, pero cuando lo vio Adolfo Suárez [entonces director general de Radiotelevisión Española] llamó al director de TVE y le dijo: ‘Como vuelvas a hacer una mariconada así, te echo’… y tenía razón [risas].

P. Cuando volvió a la fotografía a comienzos de los ochenta ya fue en color.

R. Me llegó una proposición de la editorial Lunwerg para hacer libros sobre España. La verdad es que no noté diferencia con el blanco y negro, quizás mis fotos fueron más entonces por la huella del hombre en el paisaje y menos por la parte humana. Me recorrí España en 40 días, una paliza, aunque siempre he sido un gran vago. Mi mentalidad ha sido: me dan un trabajo y con ese dinero puedo estar tres meses sin hacer nada. Trabajaba como una mula para poder ser luego un vago.

P. No le ha interesado montar exposiciones, aunque hay obra suya en el Reina Sofía, la Academia de Bellas Artes…

La fotografía no tiene por qué exponerse, sino verse en libros

R. Es verdad. Solo cuando me las ofrecían. Para mí, la fotografía no tiene por qué exponerse, sino verse en libros. Los que hacen las cosas para que se vean en los museos no son fotógrafos que me gusten. Mira, el problema de la fotografía es que se pueden sacar copias y eso hace que se devalúe. En el arte, lo que se valora es la exclusividad y eso no está en la fotografía. Claro que me gusta que se exponga mi obra, pero yo no soy un artista, soy un artesano.

P. En 1999 llegó su gran retrospectiva, en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid. A partir de ahí empieza a dejar la fotografía.

R. Se me pasaron las ganas, tengo las cámaras, pero las voy a vender. Antes iba por la calle mirando qué foto podía hacer, ahora, por mi edad, voy mirando al suelo para no darme una hostia [risas]. Ya no tengo la fotografía en mi cabeza, es como cuando pierdes la fe.

P. ¿Qué fotógrafo español le gusta más?

R. El mejor que hay es Chema Madoz. Su fotografía es inteligente.

P. ¿Y qué le parece la fotografía actual?

R. Lo veo un mundo confuso, hay mucha paja. No, estoy para nada en contra de lo digital, pero una cámara es un aparato que tú dominas. En mi época, era más fácil destacar, había menos fotógrafos y si valías, salías adelante. Hoy, cuando doy una conferencia y me piden un consejo a los jóvenes fotógrafos les digo que lo dejen y se hagan aviadores... u otra cosa".


viernes, 13 de noviembre de 2015

Clavé

Malgrat ser un desconegut per al gran públic, Clavé és un dels  pioners de la modernitat espanyola  amb més presència internacional.

Article de Mariano Serrano Pintado
5 de novembre de 2015. Diari ABC


Antonio Clavé en el Museo de «El Greco»                                                                  

He visitado la exposición de Antonio Clavé en el Museo del Greco: 13 litografías y 12 tintas sobre papel, realizados hace cincuenta años como homenaje a Domenikos Theotokopoulos. Contemplando sus trabajos de concepción abstracta, creo que la mejor manera de exponer su temática sería acudir a expertos en las Bellas Arte como el apologista de Tapies (coetáneo de Clavé en el tiempo y la abstracción), Bertomeu Marí, que nos lo explica así: «...encontramos un delicado equilibrio entre percepción y alucinación, entre deseo del mundo real y deseo de ausencia o superación de lo real; atracción de la ciencia y cultivo de la cualidad mágica de los signos; retorno del aquí y ahora, junto con el vértigo que ejerce el más allá». Lo cual nos ayuda a entender mejor la obra de Clavé expuesta de el Museo del Greco. Porque debemos admitir la dificultad que nos supone a algunos comprender esta pintura. Nuestro inefable Canogar justifica dicha incomprensión cuando escribe: «La pintura no es fácil de entender, sobre todo si es abstracta. No es fácil de penetrar las estructuras más profundas y definitorias de las artes plásticas, cuya comprensión sigue siendo un tema pendiente para una mayoría». Leído esto, nos consolamos pensando que no somos sólo nosotros, sino que formamos parte de esa gran mayoría incapaz de comprender y penetrar en las estructuras más profundas y definitorias de las artes plásticas.

La exposición, que estará abierta hasta el 10 de enero de 2016
La exposición, que estará abierta hasta el 10 de enero de 2016-
 Ana Pérez Herrera

El prestigioso crítico Julián Gállego, escribía hace treinta años: «El problema es que el arte moderno ha sido rodeado de una serie de explicaciones metafísicas tremebundas que han contribuido a oscurecerlo todavía más. Nadie se atreve a decir esto me gusta, esto no me gusta. (... ) se tiene miedo al ridículo, sobre todo en un país como éste, donde sin embargo, no se tiene miedo a la incultura».
Hace un siglo, pretendidos gurús del arte comenzaron a pontificar sobre una seudo pintura que, unos por aprovechados y otros por interesados ante su simpleza, acogieron con entusiasmo haciendo suyos esos postulados. A estos les siguieron otros, con mayor o menor voluntarismo, que bajo el paraguas de la innovación, la ruptura y la experimentación, aplaudidos por cierta élite erudita, cultural y económica, nos han llevado a la situación actual. El gran crítico, ya fallecido, Santiago Amón decía: «Toda esta corriente actual del arte moderno no permanecerá en el tiempo. En doscientos años habrá desaparecido y sólo quedará algún vestigio como ejemplo de lo absurdo».
Contemplando los cuadros de Clavé, iban delante de mí un matrimonio con su hija de unos once años. Ya en la puerta preguntó la niña:
- Papá ¿Y qué tienen que ver estos cuadros con los del Greco?
No oí lo que el padre le contestó, pero sí vi su cara de circunstancia y de no saber qué decir. Y es que, realmente ¿Que tienen que ver las obras geniales de «el Greco» con las abstracciones de Antonio Clavé?

 

Miró

El Miró més salvatge a la Fundació Miró de Barcelona



Article de José Ángel Montañés
El país. 27 d'octubre de 2015


“Me siento atraído por una fuerza magnética hacia un objeto, sin premeditación alguna, luego me siento atraído por otro que al verse ligado al primero produce un choque poético, pasando antes por ese flechazo plástico, físico, que hace que la poesía te conmueva realmente y sin el cual no será eficaz”, escribió Joan Miró (Barcelona, 1893; Palma de Mallorca, 1983) en una carta en 1936. El magnetismo de los objetos llevó al pintor a tener una relación intensa con piedras, hierros y maderas que recolectó toda su vida y que empleaba para decorar su estudio, una especie de gabinete de curiosidades particular, tal y como podemos ver en las fotografías en las que aparece trabajando en Barcelona, Palma o París, donde estos objetos decoran y llenan las paredes en una especie de horror vacui. Pronto, esta pasión llevó a que los objetos comenzaran a aparecer en sus pinturas, collages,cerámicas, esculturas y ensamblajes, primero de forma pictórica y luego físicamente, adquiriendo una segunda vida como elementos artísticos. Sobre todo en las esculturas, donde muñecas, envoltorios de cartón, calabazas, huesos y botes, acabaron inmortalizados en bronce.




'Retrato de bailarina', 'pintada' por Miró en 1928, con una pluma, un corcho y una aguja para el pelo.

La exposición Miró y el objeto organizada en la Fundación Miró de Barcelona rastrea, por primera vez, este proceso creativo de forma exhaustiva, así como su evolución a lo largo de los años. “Quiero asesinar la pintura”, aseguró Miró a finales de los años veinte, para expresar su idea de que la pintura era algo más que el caballete, la tela y los pigmentos y desafiando a las artes plásticas.
Y a tenor de la muestra que estará abierta en el impresionante edificio de Josep Lluís Sert hasta enero, y que viajará a Madrid en la primavera de 2016, lo consiguió. De forma sutil con obras como Retrato de una bailarina, de 1928, nunca vista en España, que perteneció a la colección de André Breton y que se conserva en el Pompidou de París, en la que con apenas tres elementos: un alfiler, un corcho y una pluma fijados en un panel de madera, creó una composición intensamente poética y bella. En otras, la acción es más explícita, como en un par de cuadros llamados Pintura que realizó en 1973, en los que rasgó y acuchilló la tela y la dejó hecha jirones. O en los Cuadro-objeto en los que coloca suspendido del marco objetos colgando de un hilo. A la misma intención obedecen dos de los cinco cuadros quemados que presentó en la exposición individual del Grand Palais de París de 1974, una panorámica de lo que él entendía como antipintura y antiarte. “Esta exposición es la antítesis de una retrospectiva. Quiero mostrar a un Miró vivo”, dijo el artista cuando preparaba la muestra, con 81 años. Las pinturas parecen haber sobrevivido a una catástrofe, muestran el bastidor y dejan ver la pared.
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'Mujer', escultura de Miró de 1970 creada con objetos encontrados por el pintor y fundidos en bronce. / Sucesión Miró.

A partir de 120 obras de Miró, casi el 50% de los fondos de la fundación y el resto de museos y colecciones de Europa y América, según explicó la directora del centro Rosa Maria Malet, la muestra, patrocinada por la fundación BBVA y comisariada por William Jeffet, conservador del Museo Sant Petersburgo de Florida, recorre esta “pasión y amor por el objeto”. Desde las primeras naturalezas muertas, como La espiga de trigo y La lámpara de carburo que creó en 1923 y que ha prestado el MoMa de Nueva York, hasta Mujeres, pájaros y Personaje, pájaro, dos obras de 1976 en las que utilizó clavos para unir los elementos. “Miró es un artista próximo, que resulta fácil de identificar, pero no conocemos sus caminos y aportaciones, que es inalcanzable”, resaltó Malet junto a un impresionante collage de 1929 que la familia del pintor ha donado a la fundación como regalo por su 40 cumpleaños.
Entre los soportes sorprendentes que Miró utilizó, Los pájaros de presa se extienden sobre nuestras sombras (1970), un óleo de madurez pintado sobre piel de vaca que preside el último ámbito de la muestra y que ha cedido una coleccionista privada.